La vetrata del Duomo di Siena, la meraviglia quasi sconosciuta
La vidriera de la Catedral de Siena es una obra maestra que pasa casi completamente desapercibida por la atención de los visitantes que, ya deslumbrados por las muchas maravillas de la Catedral de Siena, llegan al final del itinerario casi adictos a las muchas bellezas.
En realidad sucede que nadie sabe que la ventana que cierra el llamado «ojo de la Catedral», un punto luminoso de vivos colores, es una de las obras más antiguas de toda la iglesia: data de los años 1287-1289, en ese momento el gran pintor Duccio di Buoninsegna realizó los dibujos de las escenas de este gran ventanal, que luego fueron traducidos por expertos maestros vidrieros en la obra maestra que se puede apreciar hoy.
Las escenas representadas en la vidriera de la Catedral de Siena son las del Tránsito de la Virgen, es decir, los últimos momentos importantes de la vida de María en la tierra y que gozaron de gran éxito iconográfico a finales de la Edad Media; el momento culminante de la serie de episodios marianos es la Coronación de la Virgen, escena que también encontramos representada en la vidriera de Siena.
Las razones para admirar una obra maestra
Pero, ¿qué es lo que nos permite decir que esta vidriera es considerada una obra maestra? ¿Cuáles serían las razones para hacerlo sentir tan importante?
Pues bien, ya partiendo de su antigüedad, el solo hecho de tener casi ocho siglos hace que sea ante todo una obra fuera de lo común. Entonces, por ser tan antigua, es una de las primeras obras que se encuentran en el Duomo y, sobre todo, una obra de ‘color’ en un contexto en el que originalmente el ambiente del Duomo se caracterizaba esencialmente por el bicolor blanco y negro, donde pocos otros elementos tenían policromía (por ejemplo, los retablos y el púlpito de Nicola Pisano).
Vidriera de la Asunción, Duccio di Buoninsegna, Museo dell’Opera del Duomo, Siena
Por lo tanto, su antigüedad ciertamente la convirtió en una obra que en su día destacó mucho más que hoy en día en la que la Catedral está colmada de muchas obras coloreadas.
Hablando entonces en términos propiamente técnicos, la vidriera de la Catedral de Siena es una obra notable también considerando su tamaño. Aunque no es algo que se perciba mucho desde el nivel del suelo, su diámetro es de unos buenos seis metros, lo que la convierte en una de las vidrieras más grandes de toda la historia del arte. La vidriera de la Catedral de Siena está dividida en cinco cuadrados y cuatro esquinas; los tres cuadrados de la banda vertical representan los episodios finales de las Historias de la Virgen que fueron elaboradas en la tradición medieval, en particular a partir de la edición escrita de la Legenda Aurea del fraile dominico Jacopo da Varaze y que son la Dormitio, la Asunción al cielo y la Coronación de la Virgen.
Una iconografía desde la tradición francesa
Sin embargo, si las historias del tránsito, reproducidas en la vidriera, están inspiradas en la obra literaria de Jacopo da Varaze, la imagen de la Asunción, como subraya Roberto Guerrini, deriva de la tradición mariológica francesa, particularmente en la escultura ciclos de las grandes catedrales como las de Chartres y París.
En ese contexto, a partir del siglo XII, habían tenido gran importancia los escritos del monje cisterciense y teólogo Bernardo de Chiaravalle, quien había promovido con firmeza el concepto de la asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo.
Volviendo a la vidriera de la Catedral de Siena, veamos las otras razones para considerar esta obra una auténtica obra maestra. Si el desarrollo del tema mariológico del tránsito tiene sus raíces en la tradición teológica francesa, es de mayor interés que Duccio se inspiró para el dibujo en la tradición pictórica de su tiempo, fijándose en particular en la lección de su maestro Cimabue.
A este respecto cabe recordar que, casi en los mismos años de la vidriera sienesa, la Basílica de San Francisco de Asís fue decorada en los muros absidiales con un ciclo de pinturas con las Historias de la Virgen del propio Cimabue y que poco antes de que las paredes y las ventanas de la iglesia franciscana fueran decoradas por maestros ‘oltremontanos’ cuyo estilo dejó una profunda huella en los artistas ‘italianos’ de las siguientes generaciones: el propio Duccio no fue ajeno a la elegancia gótica, como lo demostrará claramente en muchas de sus obras, como en la famosa Madonna Rucellai y en la posterior Maestà siempre para la Catedral de Siena.
Coronación de la Virgen, Duccio di Buoninsegna, vidriera de la Catedral de Siena
La vidriera de Duccio y las pinturas de Cimabue en Asís
Comparando las historias marianas de Asís y las de Siena, es claro que Duccio había mirado las pinturas de su maestro en Asís: el trono de la Coronación en la ventana sienés recuerda al de Asís (FIG 2), como puede verse en la pose frontal del respaldo y en la misma decoración con motivo octogonal. Sin embargo, el pintor sienés muestra ‘inseguridades’ en la representación en perspectiva del trono, donde la representación frontal de Cristo, la Virgen y el respaldo no encuentran coherencia con los reposabrazos y el supedáneo (FIG 3), todavía representados de lado, según lo que era un patrón tradicional en la pintura.
Cristo y la Virgen en trono, Cimabue, Basilica superior de Asis (Foto www.gliscritti.it Wikimedia Commons)
Estas vacilaciones también se encuentran en la escena del primer panel con el Entierro de la Virgen, donde, como observó Luciano Bellosi, el lado posterior del sepulcro asume una posición que nunca le permitirá volver a unirse a una de las paredes laterales del sepulcro.
Sin embargo, las inseguridades en la investigación ‘espacial’ no pueden señalarse a la incapacidad de Duccio para innovar, sino a la cultura figurativa de los artistas de la época, hecha de experimentación y osadía ‘perspectiva’ que alcanzará un nivel de coherencia formal sólo con Giotto.
En Asís, Cimabue representa la Asunción como un reencuentro con Cristo, con las dos figuras sentadas en la banda/asiento; asimismo, la almendra se hace habitable en Siena por Duccio, con María entonces sentada en el ala; sin embargo, la Virgen de Siena está representada frontalmente, según un planteamiento que encontramos en toda la tradición figurativa anterior, especialmente en la miniatura.
Los pies de María están colocados al tresbolillo en la ventana, creando así una depresión en la parte del manto que genera un juego de claroscuros, hábilmente modulados por la vidriera, que sugiere la profundidad de la figura. Si hasta ahora las razones no habían sido suficientes para apreciar adecuadamente esta obra maestra, está la belleza de la contemplación estética de este vitral, que tiene colores verdaderamente hermosos: el manto azul y la túnica color vino tienen pliegues que le dan dinamismo a los contornos de la Virgen; además, el manto también cae sobre el plano del asiento: esto sugiere un espacio detrás de la figura, al mismo tiempo que da una consistencia plástica a la Virgen que emerge de la almendra/trono.
Antecedentes en la escultura románica francesa
Son, pues, varios los factores que dan dinamismo a las escenas de la vidriera de la Catedral de Siena; el sentido de innovación se contrasta con el pose solemne e hierático de María, según el esquema de la tradición iconográfica anterior.
Según las observaciones realizadas por Roberto Guerrini en un ensayo, los precedentes indirectos de esta fórmula podrían identificarse en la escultura francesa del siglo XII, con especial referencia a las obras del anónimo Maestro de Cabestany (FIG 5) que se ubican en la localidad homónima del Sur de los Pirineos franceses y que es un artista ya atestiguado en la zona de Siena con el famoso capitel de la Abadía de Sant’Antimo.
De nuevo por tanto la fuente, no sólo teológica sino también iconográfica, de la Virgen de la Asunción, presentada dentro de una almendra, como el Cristo de la Parusía (motivo recurrente en las representaciones del Juicio Final) sería francesa.
Asunción de la Virgen, Maestro de Cabestany (attr.), capitel de la iglesia de Rieux Minervois,Francia (Foto: Wikimedia Commons)
Sin embargo, es bien sabido que los artistas italianos, especialmente los de Siena, fueron particularmente sensibles a las innovaciones estilísticas y figurativas que venían de Francia y que circulaban en el territorio italiano a través de miniaturas, esculturas de marfil, objetos de orfebrería y cuadernos.
Después de la serie de razones enumeradas para admirar la vidriera de la Catedral de Siena, queda la última y quizás la más convincente: es bastante incómodo y casi imposible apreciar los detalles del vidrio – debido a la distancia entre la bóveda de la ábside y la superficie de paso –, la buena noticia es que la que hoy está presente en la Catedral no es la vidriera original, sino solo la copia; en cambio, es posible ver la vidriera original y poder admirarla en todo su esplendor de colores y hasta en los detalles más pequeños dentro del Museo dell’Opera del Duomo, donde el artefacto se muestra a la altura de los ojos ⟢
Bibliografía y notas
1] A.Bagnoli, R.Bartalini, L.Bellosi, M.Laclotte (a cura di), Duccio, alle origini della pittura senese, Catalogo della Mostra, Silvana Editoriale, Milano, 2003, pp.166-180; (edición italiana);
Marilena Caciorgna, Roberto Guerrini, Alma Sena : percorsi iconografici nell’arte e nella cultura senese: assunta, buon governo, credo, virtu e fortuna, biografia dipinta, Monte dei Paschi di Siena Gruppo MPS, Siena, 2007, p.12 (edición italiana);