Visita a la Abadía de Sant’Antimo: ¿El Románico procedente de Francia?

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Una visita a la Abadía de Sant’Antimo para descubrir sus tesoros

Sucede que uno piensa en las tierras de Siena no sin una nota de asombro, evocando a la mente las maravillosas imágenes de colinas salpicadas de pintorescas casas de campo y avenidas bordeadas de cipreses.

La sensación de asombro se intensifica cuando se descubre que en esta parte de Toscana existe un lugar fascinante como la Abadía de Sant’Antimo, donde aún hoy los estudiosos más expertos, en las disputas de la historia del arte, recuerdan la extraordinaria presencia de esculturas particularmente evocadoras.

Estamos en el sur de la provincia de Siena, en el municipio de Montalcino, y la Abadía de Sant’Antimo es un edificio de excepcional interés, no sólo por ser un magnífico ejemplo de arquitectura románica aún bien conservada – a pesar de las numerosas vicisitudes que lo han afectado a lo largo de su historia centenaria –, sino también para constituir un cofre del tesoro que contiene signos que provienen de un pasado lejano, grabados en la piedra local de travertino y ónix, elegantemente dispuestos en la gran arquitectura de la iglesia abacial, que data al siglo XII.

Aunque rayadas por el tiempo, las imágenes que aún se pueden admirar en la abadía tienen un extraordinario poder evocador: donde un rayo de sol incide en las superficies, en el punto preciso donde quien decidió colocar las esculturas sabía que se producía este fenómeno, es donde Destaca el signo grabado en la piedra.

Vista de Abadía de Sant’Antimo nella bellissima valle in cui è immersa

Se puede decir que la visita a Sant’Antimo es una experiencia llena de sensaciones y emociones que afectan al visitante no superficial desde la primera visión de la abadía, cuando se llega al valle en el que está inmerso el monasterio, procedente del camino de Montalcino.

Cuando uno se acerca al monasterio, lo primero que ve es la parte trasera de la iglesia – y no la fachada –. Esto casi da la idea de que el lugar que se va a visitar quiere esconder algo precioso, envolviéndose en sí mismo y casi protegiéndose de quienes vienen aquí sólo para robar algunas fotografías sensacionales: el descubrimiento, el verdadero, requiere perseverancia.

Puede suceder que, una vez que se haya dejado el coche en el aparcamiento cercano a la iglesia – o haya descargado la mochila en el suelo si ha tenido la suerte de llegar a pie –, se queda un poco decepcionado por la extrema sobriedad de la fachada. Sin embargo, si se mira más detenidamente, se nota que, en el entablamento de piedra de la portada de entrada, hay una inscripción: esto nos habla de la construcción de la iglesia por iniciativa de un personaje importante del siglo XII.

 

Animales tallados con una sola cabeza…

Al levantar la mirada, aparecen ante los ojos las figuras esculpidas de parejas de animales que comparten una sola cabeza. Según algunos estudiosos, los animales aquí representados, de forma estilizada, serían panteras y la única cabeza que comparten tiene un significado particular.

Otras imágenes zoomorfas están presentes a lo largo de todo el perímetro de la iglesia; al concentrar la atención en el interior, al que se accede cruzando el portal de entrada donde ya hemos visto antes la inscripción y las figuras estilizadas de las panteras, no se puede evitar percibir la gran energía que emana del lugar, sensación que se tiene a prescindiendo de las que pueden ser las creencias religiosas de uno.

Si hasta ahora sólo hemos mencionado el interesante repertorio figurativo de la Abadía de Sant’Antimo, veamos ahora las razones por las que esta peculiaridad es tan digna de interés.

En la descripción que se encuentra en los textos que abordan el conjunto, el elemento más recurrente es la asociación de la abadía toscana con los modelos del románico francés, concretamente cluniacense.

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Interior de la iglesia abacial de Sant’Antimo

Más allá de las cuestiones puramente técnicas de este informe, que han sido tratadas por especialistas de los que dejo algunas referencias en la bibliografía, la probable cercanía de Sant’Antimo con el mundo románico más allá de los Alpes es ciertamente altisonante y tiene una razón de ser: al entrar en la iglesia, lo que se ve en particular – y que encuentra resonancia en los modelos franceses – es la presencia de la girola, es decir, la galería semicircular que recorre el ábside del altar mayor.

Cuando uno se enfrenta a la vista del interior de la iglesia, uno de los componentes que contribuye significativamente a percibir esa energía mencionada anteriormente es la luz que se filtra a través de las ventanas: es precisamente la girola la que amplifica la presencia de luz en el interior de la iglesia que gracias a sus tres ábsides reúne en el edificio una intensa luminosidad que podríamos definir como mística.

El capitel del escultor venido de Francia

El otro elemento particularmente «francés» de la Abadía de Sant’Antimo es el segundo capitel derecho de la nave central, que representa a Daniel en el foso de los leones y se atribuye al llamado «Maestro de Cabestany«.

Personalidad redescubierta en los años treinta del siglo pasado, gracias al descubrimiento de un tímpano esculpido del siglo XII en la localidad francesa de Cabestany – de donde el artista toma convencionalmente el nombre que le asignan los críticos –, a este escultor anónimo – o a esta serie de canteros que siguieron los mismos rasgos estilísticos de un posible maestro – se atribuyen una serie de obras comparables por grandes afinidades estilísticas, que van desde los Pirineos franceses hasta la Toscana, donde está presente este capitel, junto a otras obras encontradas en San Casciano Val di Pesa y en Prato, pasando por los Pirineos Orientales y el norte de Cataluña.

El estilo de este maestro se reconoce por la creación de rostros de forma triangular, frentes bajas, orejas altas y hundidas, ojos alargados y almendrados, manos con dedos largos y delgados.

Daniel en el foso de los leones

El episodio grabado en el capitel de Sant’Antimo está tomado de la Biblia, precisamente del Libro de Daniel, en el que aprendemos que el sabio profeta, al servicio de Darío, rey de Babilonia – o Ciro, según los capítulos del mismo Libro –, fue salvado por Dios en el foso de los leones donde el rey lo había enviado después de las acusaciones hechas en su contra por dos consejeros celosos, debido a la desobediencia de Daniel a una ley del rey. En el capitel vemos cómo Daniel es asistido en el foso por Habacuc – otro profeta – transportado por un ángel a Babilonia, donde alimenta a Daniel que se quedó sin comida.

La historia bíblica termina en el capitel que se puede ver en la visita de la Abadía de Sant’Antimo, en la parte trasera, donde vemos a los malos consejeros devorados por las fieras en el foso, arrojados aquí por el rey cuando encuentra a Daniel ileso y comprende que el profeta está protegido por Dios y había sido acusado injustamente.

El gran encanto de esta obra reside en la riqueza de detalles, en la rareza del tema (no es habitual encontrar este tema en la historia del arte), pero también en la insólita ubicación del capitel, situada casi al principio del lado derecho de la nave, en una posición mucho más recogida respecto a la centralidad del altar mayor. Esta dislocación es sólo aparente porque se trata de un punto de la iglesia que es atravesado por los rayos del sol en un determinado período del año, fenómeno que tiene significados simbólicos muy precisos y del que los monjes benedictinos, que vivieron en este lugar durante varios siglos, eran muy conscientes de ello; este fenómeno todavía se puede apreciar hoy en la visita a la Abadía de Sant’Antimo.

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Maestro de Cabestany, Daniel en el foso de los leones, siglo XII, Abadía de Sant’Antimo (SI)

Lo que hace un capitel creado por un escultor francés en el corazón de la Val d’Orcia es algo que encuentra razones ligadas a la gran historia de este monasterio y a la de las realidades religiosas cercanas.

Secundarios en calidad técnica – pero no en simbolismo – son los otros capiteles historiados que adornan la iglesia, todos ellos destinados a crear un concierto de mensajes que eran bien conocidos por los habitantes de este complejo en la Edad Media y que hoy es necesario descifrar a través de lectura de los textos, editados por los estudiosos que los han tratado, o mediante una visita guiada.

Las pistas que he dejado hasta ahora dejan claro que una visita a la Abadía de Sant’Antimo resulta una experiencia sumamente interesante e imperdible para cualquiera que se encuentre viajando por las hermosas tierras de Siena ⟣

 

Bibliografía e webgrafía

  • W.Angelelli, F.Gandolfo, F.Pomarici, Aula egregia: l’abbazia di Sant’Antimo e la scultura del 12. secolo nella Toscana meridionale, Napoli, Paparo, 2009;
  • Abbazia di Sant’Antimo (a cura di), Una pietra che canta: guida storico-artistica illustrata, con presentazione della comunità dei canonici regolari di Sant’Antimo, Siena, Cantagalli, 1993;
  • Daniele e i leoni, un Cabestany eccelso, Before Chartres, consultato 04/12/2023;
  • Maître_de_Cabestany, Wikipedia, consultato il 04/12/12/2023;